En 2019, la Casa Blanca de Trump se interesó mucho por Venezuela, que desde hace años ha estado sumida en una crisis económica y humanitaria. John Bolton, el exasesor de seguridad nacional, lideró un esfuerzo para lograr un cambio de régimen allí y en dos naciones aliadas, Cuba y Nicaragua, a las que llamó la troika de la tiranía.
El esfuerzo del gobierno de Trump para sacar del poder al líder autocrático de Venezuela, Nicolás Maduro, al reconocer al líder opositor Juan Guaidó como el presidente legítimo del país, fue apoyado por muchos líderes mundiales. Pero las sanciones que impuso Estados Unidos para expulsar a Maduro del poder no han logrado su objetivo, aunque el país se hundió más profundamente en la ruina económica.
En lo que concierne a Venezuela, los asesores de Biden expresaron poca esperanza de que sigan tratando a Guaidó, quien no logró persuadir a las fuerzas armadas de que rompieran filas con Maduro, como el líder de facto del país. Un asesor sénior dijo que una Casa Blanca con Biden buscaría establecer negociaciones con Maduro una vez que haya fecha para votar y presionarlo a que se comprometa a organizar elecciones justas.
Cruz, el exfuncionario de más alto rango en asuntos latinoamericanos durante el gobierno de Trump, dijo que había sido el gobierno de Obama el que había permitido que empeorara la crisis en Venezuela.
“Creo que existieron oportunidades perdidas”, dijo Cruz, que ha ocupado altos cargos en la Casa Blanca, tanto en gobiernos republicanos como demócratas.
Los asesores de Biden dijeron que buscarían temas en común con Cuba y se revertiría algunas de las restricciones a los viajes y las transferencias de dinero implementadas por Trump y que concebían que las medidas para normalizar las relaciones entre ambos países fuera el enfoque más prometedor para lograr el cambio en la isla.
Pero la campaña no ha puesto entre sus prioridades la relación con Cuba, un tema que sigue siendo demasiado controversial entre los votantes cubanoestadounidenses, quienes en elecciones pasadas han tenido una gran influencia.
El enfoque de Trump para la región se ha centrado en frenar el flujo de inmigrantes y drogas mediante la implementación de duras medidas de cumplimiento de la ley y amenazas de imponer sanciones económicas a los países vecinos.
Biden y su equipo de expertos, que incluye a inmigrantes latinoamericanos, dicen que adoptarán un enfoque más amplio sobre el problema de la inmigración, y para la región en general. También dicen que abordarán la pobreza y la violencia, las causas fundamentales de la migración y la inestabilidad, impulsando la lucha contra la corrupción e invirtiendo en la creación de empleos y la mejora de la gobernanza.
El exvicepresidente siente que, durante mucho tiempo, Estados Unidos ha sido visto en la región como un “matón que le impone sus políticas a los países más pequeños”, según escribió en su libro. Una Casa Blanca de Biden funcionaría más mediante la persuasión que la imposición, dijeron sus asesores en varias entrevistas.
Según sus colaboradores, en un eventual gobierno de Biden, Estados Unidos retiraría una vez más la Doctrina Monroe, una política del siglo XIX bajo la cual Washington estableció que América era su esfera de influencia exclusiva y los intentos de las potencias extranjeras de intervenir serían considerados como actos hostiles.
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