Cuando se habla de tráfico de fauna, las historias sorprenden, como el día que la policía tuvo que detener a dos hombres que atracaban a unos pasajeros de TransMilenio utilizando una iguana para asustar a la gente o la vez que el residente de un edificio denunció en la línea 123 que se encontró un oso perezoso en el corredor.
Ni qué decir de las serpientes pitones y las boas arcoíris que eran transportadas de manera ilegal a través de una empresa de encomiendas.
Inolvidable el tigrillo abandonado en la localidad de Chapinero y reportado por la comunidad. Según las valoraciones zootécnicas, biológicas y veterinarias, presentaba un cuadro de estrés crítico, desnutrición, daños en hígado y páncreas, lo que lo llevó a la muerte.
Estos casos son la muestra de la crueldad del tráfico ilegal de fauna en Bogotá. Lo más grave es que sigue en auge, a pesar de la pandemia y sus restricciones. Este miércoles se llevaron a cabo dos capturas en flagrancia en la terminal El Salitre por el delito de aprovechamiento ilícito de los recursos naturales no renovables.
A un hombre de nacionalidad extranjera de 26 años de edad le incautaron ocho ejemplares marinos: cinco anémonas (Condylactis), un cochi (Balistes), especie en peligro de extinción en Colombia, y dos peces ángel reina (Holacanthus), que venían en un bus de una empresa de transporte que cubría la ruta Cartagena-Bogotá, tipo encomienda. Todos estos animales marinos se dejaron en manos de un veterinario de fauna silvestre.
El segundo capturado fue un hombre de 33 años con actitud sospechosa. Se descubrió que tenía una caja de icopor que contenía carne de tortuga de la especie icotea. Los dos sujetos quedaron a disposición de las autoridades en la URI de Engativá.
Con información de El Tiempo
