Los yanomamis conforman el pueblo indígena relativamente aislado más numeroso de América del Sur. Viven en las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de Venezuela.
El territorio yanomami en Brasil es de unos 9,6 millones de hectáreas, dos veces el tamaño de Suiza. En Venezuela, los yanomamis viven en la Reserva de la Biosfera del Alto Orinoco-Casiquiare, que tiene 8,2 millones de hectáreas. Estas dos áreas juntas conforman el mayor territorio indígena selvático del mundo.
Los yanomamis viven en grandes casas comunales de forma circular llamadas yanos o shabonos. Algunas pueden alojar hasta a 400 personas. La zona central se usa para actividades como rituales, fiestas y juegos.
Cada familia tiene una hoguera propia donde prepara y cocina la comida durante el día. Por la noche cuelgan las hamacas cerca del fuego, que mantienen encendido hasta la mañana para estar calientes.
Los yanomamis creen firmemente en la igualdad entre las personas. Cada comunidad es independiente de las otras y no reconocen a ninguno como “jefe”. Las decisiones las toman por consenso, normalmente después de largos debates en los que todos pueden opinar. Sin embargo, sí existen entre ellos los chamanes, guías en sus creencias y espiritualidad.
Como la mayoría de los pueblos indígenas amazónicos, las tareas se dividen según el sexo. Los hombres cazan pecaríes, tapires, monos y un tipo de cérvidos, y a menudo usan curare (un extracto de plantas) para envenenar a sus presas. Las mujeres cuidan de los huertos, en los que cultivan cerca de 60 tipos de grano de los que obtienen casi el 80% de su comida. También recolectan frutos secos, moluscos y larvas de insectos. La miel silvestre es muy apreciada y los yanomamis cosechan 15 variedades.
Los yanomamis poseen un vasto conocimiento botánico y utilizan cerca de 500 plantas para comer, elaborar medicinas, construir casas y otros artefactos. Su sustento se basa en la caza, la recolección y la pesca, pero también tienen grandes huertos que obtienen de talar partes de selva. El suelo amazónico no es muy fértil, lo que les obliga a despejar trozos de selva cada dos o tres años.
Como es característico de los cazadores-recolectores y de los agricultores nómadas, los yanomamis trabajan menos de cuatro horas al día de media para satisfacer todas sus necesidades materiales. Les queda mucho tiempo libre para el ocio y las actividades sociales. Son frecuentes las visitas entre comunidades. Se organizan ceremonias para celebrar acontecimientos como la recolección de los pejiballes (especie de melocotón de la fruta de la palma) y el reahu (fiesta funeraria), que conmemora la muerte de un individuo.
Yanomamis no contactados
Según han informado los propios yanomamis, ellos mismos han avistado en su territorio a otros yanomamis que no han sido contactados, a los que llaman moxihateteas. Se cree que viven en el área con mayor concentración de buscadores de oro ilegales de todo el territorio yanomami. Se han captado imágenes aéreas de ellos. En palabras del reconocido chamán yanomami, Davi Kopenawa: “Hay muchos indígenas no contactados. Yo no los conozco, pero sé que están sufriendo igual que nosotros. Quiero ayudar a mis familiares aislados, que tienen nuestra misma sangre. Es realmente importante para todos los indígenas, incluidos los no contactados, permanecer en las tierras donde han nacido”.
Los yanomami han sufrido, hasta el presente, deforestación, inundaciones, enfermedades, discriminación, explotación por parte de aventureros, caucheros, garimpeiros, mineros, cuerpos militares y paramilitares, prostitución, invasiones, pérdida de su territorio y muertes violentas. Un muy dramático escenario que debe llamarnos a todos, pueblo, autoridades, instituciones, a la reflexión y la solidaridad…
Con información de Survival