China ha dado un paso más en su carrera tecnológica con Estados Unidos. Después de que se conociera la semana pasada que había batido el récord de distancia de comunicación cuántica, este martes ha puesto en órbita el último de los 35 satélites que componen la tercera generación de su sistema bei(BDS) de navegación por satélite, que le permite dejar de depender del GPS estadounidense, controlado por la Fuerza Aérea, y comenzar a competir con este coloso, pero también con el Galileo europeo y el GLONASS ruso. Da así un paso más en su ambición de convertirse en una potencia espacial.
El anuncio del lanzamiento llega en medio de tensiones cada vez mayores en la relación entre Estados Unidos y China, agravadas por reproches mutuos acerca de la pandemia de covid-19 y la situación en Hong Kong, donde Pekín pretende imponer una nueva ley de Seguridad Nacional y Washington amenaza con retirar al territorio el estatuto especial que le otorga ventajas comerciales, si la medida china se acaba promulgando.
El lanzamiento ocurrió poco antes de las 10.00 (hora local, 4.00 hora peninsular española) desde la base espacial de Xichang, en la provincia de Sichuán, en el centro de China. Inicialmente había estado previsto para el día 16, aunque problemas técnicos de última hora que nunca se especificaron obligaron a aplazarlo. Para su transporte se empleó un cohete Larga Marcha-3, el segundo más potente de esta familia. En poco menos de 30 minutos, el satélite ya había entrado en órbita.
China había comenzado a diseñar el sistema Beidou (la Osa Mayor, en mandarín) a partir de 1996. Entonces, achacó la pérdida de dos satélites en el estrecho de Taiwán a interferencias en el sistema de posicionamiento, y decidió que sus necesidades de seguridad exigían desarrollar un sistema propio que no dependiera de países extranjeros.
No fue hasta el año 2000 que puso en órbita los primeros satélites, que acabarían retirados en 2012. La segunda generación se lanzó a la atmósfera en 2011, y estaba formada por una decena de satélites que daban servicio, sobre todo, a países de Asia Pacífico. La tercera generación, la actual, comenzó en 2015, aunque solo ha logrado completarse ahora. Para 2035 Pekín espera contar con un sistema BDS aún más integrado.
El lanzamiento con éxito “significa que nos estamos moviendo de ser una nación importante en el sector aeroespacial a convertirnos en una auténtica potencia”, ha señalado el ingeniero jefe del proyecto, Yang Chanfeng, a la televisión estatal. Contar con un sistema así aportará beneficios comerciales, civiles y militares al país. China ya ofrece los servicios de Beidou-3 a cerca de 120 Estados que lo emplean para usos que abarcan desde el control de tráfico portuario a la guía de equipos de rescate, según los medios estatales chinos.
En el ámbito de Defensa, Beidou-3 representa una herramienta fundamental para el Ejército Popular de Liberación, las fuerzas armadas chinas, en sus ambiciones de modernizarse. Podrá integrarlo tanto en su sistema de misiles de largo alcance como emplearlo para guiar a sus fuerzas terrestres de choque, entre otros usos.
El sistema BDS-3 tendrá mayor ancha de banda, lo que permitirá una mejor capacidad de comunicación y el uso de relojes atómicos más estables, asegura la Academia de Tecnología Espacial de China, una de las participantes en el proyecto. Ello permitirá ―asegura― ofrecer servicios de navegación por satélite y de medición del tiempo mucho más precisos.
Los ingenieros prometen que el margen de desviación es de solo 10 centímetros, frente a los 30 del GPS. También cuenta con mayor capacidad de transmisión de mensajes SMS más largos, del máximo de 120 caracteres inicial a los 1.200 de que dispone ahora. Al tener un mayor ancho de banda, podrán emplearlo hasta cinco millones de usuarios simultáneos, en lugar del medio millón actual. Según publica el diario Global Times, también podrá dar servicio a aplicaciones como el atraque de