Como un milagro califican los familiares de Alba Maruri su recuperación. La mujer, de 74 años, fue dada por muerta el pasado 27 de marzo horas después de haber sido internada en el hospital Guayaquil, en el suburbio, por complicaciones luego de presentar síntomas de COVID-19.
Su hermana, Aura, explicó que el cadáver estuvo ocho días en esa casa de salud, pues no lo podían retirar por una serie de trámites que debían realizar. «Ya cuando sacamos todos los papeles, le entregaron el cuerpo a mi sobrino. Recién el domingo (5 de abril) la pudimos cremar y trajimos la cajita (con sus cenizas) a la casa», refirió Aura.
Granda había ingresado en el hospital Abel Gilbert Pontón a finales del mes pasado, con un cuadro de fiebre y dificultad para respirar, por lo que era sospechosa de covid-19.
Allí habría perdido la conciencia, y no fue hasta esta semana cuando la recuperó, tras lo cual se identificó y pidió hablar con sus familiares. Sin embargo, los parientes de la supuesta fallecida resolvieron incinerar el cuerpo que les fue entregado en su día por el hospital, e incluso donado parte de sus enseres y ropa, tras el desconsuelo de la fatal pérdida.
«Los doctores fueron a casa de mi tía a corroborar e informar del error. Aún no saben de quién son las cenizas que están en casa», aseguró en una red social uno de los sobrinos de la mujer, Juan Carlos Ramírez. El familiar precisó que pese a las vicisitudes, Granda se encuentra bien y que «los milagros aún existen», mientras que la familia espera ahora que el hospital le devuelva el dinero que pagaron por la cremación del cuerpo de la que pensaban era su tía.
El caso sale a la luz tres semanas después de que decenas de personas denunciaran la desaparición de los restos mortales de familiares en morgues hospitalarias de la ciudad, y cobros que les habían exigido funcionarios en los centros médicos a cambio de información sobre los cadáveres.
Un trabajador de un hospital fue destituido por el Ministerio de Salud Pública en relación a la gestión de los depósitos de cadáveres.