Muchos bebés y niños pequeños muestran especial cariño por un objeto concreto, un peluche, muñeco, trapito, manta, entre otras, que suelen llevar a todas partes o usarlos para dormir.
Cuando esto pasa se le llama objeto de transición infantil o de apego, que constituyen una fuente de seguridad y placer para el niño, por eso siempre tiende a tenerlo cerca.
El psicoanalista Donald Winnicott, explicó que su función es objetiva porque en efecto se trata de un objeto que existe, que es real, pero también es subjetiva porque se le atribuyen funciones en el campo de la imaginación.
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Debido a ello, este tipo de objetos tienden a disminuir los niveles de ansiedad que se generan en el niño por motivo de la separación de sus padres, especialmente de su madre, así como afrontar los momentos en los que se siente solo.
“Por lo general los niños recurren a los objetos de apego cuando tienen un momento de tensión, cambio de escuela o casa, violencia intrafamiliar o la separación de los padres”, agregó.
De acuerdo con los expertos los niños tienden a buscar el objeto de apego a partir de los nueve meses de vida hasta entrar en la etapa evolutiva, donde desarrollan la madurez psicológica, biológica y otras funciones cognitivas que les permiten gestionar mejor el miedo a la separación.
Siendo así la edad aproximada en la que los niños se desprenden de su objeto de apego los cuatro años, cuando inician el proceso escolar y cuenta con una autonomía y capacidad para socializar con otros niños.
Ante esto, recomiendan a los padres tener una actitud equilibrada hacia los objetos de apego, es decir, no fomentar un cariño excesivo hacia él y tampoco tratarlo despectivamente ni ridiculizarlo.