La ecologista restauradora Karen Holl advierte contra la idea de que plantar un billón de árboles revertiría el daño del cambio climático y asegura que este tipo de medidas deben adoptarse con cuidado. «No podemos plantar la salida del cambio climático –advierte esta profesora de estudios ambientales en la Universidad de California y experta líder en restauración forestal–. Es solo una pieza del rompecabezas».
En un comentario que publica la revista ‘Science’, Holl y el coautor Pedro Brancalion, profesor del Departamento de Ciencias Forestales de la Universidad de São Paulo, respaldan los beneficios de los árboles pero advierten contra una visión simplista de la plantación de árboles como una panacea para la degradación ambiental.
Pero las iniciativas de plantación de árboles a gran escala, como 1t.org y la Trillion Tree Campaign, deben llevarse a cabo con cuidado y con un compromiso de gestión a largo plazo, si los beneficios se van a realizar plenamente.
En el lado positivo, plantar árboles puede mejorar la biodiversidad, la calidad del agua y aumentar la sombra. Pero dependiendo de dónde y cómo se haga, la plantación de árboles también puede dañar los ecosistemas y especies nativas, reducir el suministro de agua y desposeer a los propietarios locales y aumentar la inequidad social.
No, los árboles no pueden ser el héroe que mata al malo de turno (en este caso el dióxido de carbono) y salvan a la chica (que sería el planeta Tierra). Si la idea es plantar más árboles para reducir las emisiones de CO2, la estrategia es equivocada. Así lo afirma un estudio del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam (PIK) publicado en Earth’s Future, revista de la American Geophysical Union.
¿Por qué no puede servir sembrar la Tierra de hermosos y vigorosos árboles? Es un problema de volumen: con tan altas concentraciones de CO2 en la atmósfera, el tamaño de las plantaciones para absorberlas tendrían que ser tan grandes que eliminarían un tercio de los ecosistemas del planeta.
En su comentario, Holl y Brancalion presentan cuatro principios que deberían guiar las iniciativas de mejora forestal. En primer lugar, reducir la tala y la degradación de los bosques. La protección y el mantenimiento de los bosques intactos es más eficiente, más ecológica y menos costosa que plantar árboles o replantar, recuerdan.
En segundo lugar, considerar la plantación de árboles como una parte de las soluciones ambientales multifacéticas. Según apuntan, la cobertura mejorada de los árboles es una de las mejores opciones para compensar una parte de las emisiones de gases de efecto invernadero impulsadas por las actividades humanas, pero representan solo una pequeña parte de las reducciones de carbono necesarias y las estimaciones varían más de diez veces según las variables utilizadas en el modelado.
En tercer lugar, equilibrar los objetivos ecológicos y sociales, y reconocer los usos competitivos de la tierra y concentrándose en los paisajes con el potencial de generar beneficios a gran escala, como el Bosque Atlántico en Brasil, donde la planificación regional de las iniciativas de plantación de árboles puede conducir a ganancias de conservación tres veces mayores a la mitad del costo.
Finalmente, en cuarto lugar, planificar, coordinar y controlar, trabajando con las partes interesadas locales para resolver objetivos de uso de la tierra en conflicto y garantizar la máxima efectividad a largo plazo.
Además, recuerdan que plantar árboles no asegura que sobrevivan. Una revisión de los esfuerzos de restauración de los manglares en Sri Lanka después del tsunami de 2004 mostró que menos del 10 por ciento de los árboles sobrevivieron en el 75 por ciento de los sitios.
Para tener éxito, las iniciativas de plantación de árboles deben involucrar a las partes interesadas locales y enfrentar objetivos conflictivos para el uso de la tierra, insisten.
Holl precisa que aplaude el entusiasmo generalizado por «aumentar la cubierta forestal», que no es lo mismo que plantar más árboles.
«Lo primero que podemos hacer es mantener en pie los bosques existentes, y el segundo es permitir que los árboles se regeneren en áreas que antes eran bosques», señala Holl, especialista en restauración de bosques tropicales.
Fundamentalmente, reducir el ritmo del cambio climático requiere una estrategia integral que comience con la quema de menos combustible fósil, recomienda. «Los árboles son una pequeña parte de lo que debe ser una estrategia más amplia –apunta–. Para empezar, es mejor no liberar gases de efecto invernadero».