La ciudad californiana de San Francisco acaba de instalarse a lo grande en el mapa de los destinos culturales. Su renovado Museo de Arte Contemporáneo (SFMOMA), que reabrió sus puertas el pasado 14 de mayo después de tres años de trabajos, se ha convertido en la mayor institución museística de Estados Unidos dedicada al arte moderno: nada menos que 16.000 metros cuadrados de salas de exposición. En comparación, el gran referente norteamericano, el MoMA de Nueva York, tiene 12.000 metros tras su ampliación de 2004.
El proyecto del estudio noruego Snøhetta –el mismo que diseñó la espectacular ópera de Oslo y el memorial del 11-S en Nueva York– ha triplicado el espacio expositivo previo a la ampliación con un anexo de diez plantas. Está recubierto de 7.000 paneles de fibra de vidrio de color blanco de superficie rugosa, que le dan el aspecto de un iceberg o un gigantesco trozo de pastel.
El volumen se alza junto al edificio diseñado en 1995 por el arquitecto suizo Mario Botta, caracterizado por su fachada de ladrillo rojo y su enorme claraboya central, que se había quedado pequeño para acoger la impresionante colección de arte contemporáneo que el matrimonio formado por Doris y Donald Fisher, fundadores de la cadena de ropa Gap, donaron al museo en 2009. Además de esta aportación, los fondos del museo se habían ampliado en los últimos seis años con 3.000 obras de arte donadas por otros 230 mecenas.
La reapertura del SFOMA no solo ha sido a lo grande por la espectacularidad del envoltorio sino también por la cantidad y calidad de las obras y artistas que acoge de entrada: 19 muestras y 600 obras firmadas por Alexander Calder, Jasper Johns, Frida Kahlo, Jeff Koons, Bruce Nauman, Richard Serra, Andy Warhol o Ai Weiwei, entre muchos otros; sin olvidar a los grandes maestros de la vanguardia como Picasso, Mondrian o Matisse. Por eso, el visitante de la ciudad no tendrá más remedio que añadir un día más a su itinerario turístico si quiere saborear con un mínimo de detenimiento semejante despliegue de arte.
