Contrario a lo que se cree, la pérdida de audición no es siempre congénita sino que, tarde o temprano, a todos nos podría pasar. De acuerdo a la Organizaón Mundial de la Salud (OMS), casi un tercio de las personas mayores de 65 años padece pérdida de audición.
La pérdida de la audición es considerada más como una ‘diferencia’ que como una ‘discapacidad’. Si bien las exigencias espaciales de personas con impedimentos auditivos no son tan marcadas como espacios para no videntes, o quienes experimentan movilidad reducida, la reducción de la audición sí conlleva una forma particular de experimentar el entorno. Ahora bien, ¿es posible mejorar esta experiencia a través del diseño de interiores?
Lo primero a tener en cuenta son las diferencias que distintos programas exigen: no es igual diseñar el interior de una casa al interior de un hospital. Las relaciones, dimensiones y movimientos son distintos, y así también el volumen y función de los sonidos. Sin embargo, existen ciertas consideraciones generales a tomar en cuenta para diseñar espacios que sean más amables acústicamente.
Un diseño realmente inclusivo no implica estar siempre consciente de consideraciones especiales, sino incorporar en la idea del buen diseño necesidades que tienden a ser básicas para todas y todos, independiente de sus condiciones físicas.
En la misma medida en que asumimos la accesibilidad universal como un concepto esencial al diseñar espacios, tenemos que asumir que no todos los impedimentos son equivalentes y que distintas limitaciones enfrentan necesidades particulares.
La inclusión implica ir mucho más allá de espacios y criterios especializados (no es verdadera inclusión si se crean espacios especiales), sino más bien evitar esa segregación en favor de que nuestro ambiente cotidiano sea amigable con todas las personas, independiente de sus limitaciones en actividad o restricciones de participación.
Fuente. Plataforma Arquitectura
