Lo tiene todo, actriz, guion, actores secundarios, puesta en escena, conflicto, tensión que evita los tópicos y estilo.
Atrapa la magnética Anya Taylor-Joy (Harmon), una niña que queda huérfana tras un accidente de coche y que en el orfanato descubre las posibilidades de su inteligencia, su don para el ajedrez mientras se va enganchando a unos tranquilizantes que potencian su concentración.
Es una adicta la suerte de la mejor jugadora de ajedrez. Harmon puede con una escuela, con diez adversarios a la vez, con una época, con un mundo en el que es una anomalía que el jaque mate venga del cerebro de una mujer.
El personaje inolvidable de Beth Harmon se inspira en parte, dicen, en Bobby Fisher y habla de un talento que es un látigo, carne de autodestrucción. Este es el fuerte de Beth: el mundo limitado a 64 casillas, con un riesgo siempre bajo el dominio del pensamiento racional.
Hay varias lecciones sin sospecha de vanidad en esta ficción: una es la elección de un color para cada etapa de la vida. Otra la banda sonora. Dolor e inteligencia mueven ficha. Vemos cómo pesan las leyes sociales en la atmósfera, dentro y fuera de casa, el valor desde la fragilidad, vulnerabilidad, amor, obsesión, superación y sentido del riesgo.
El fallecido Heath Ledger anunció en su día que tenía la idea de convertir en película la novela original de Walter Travis. Y este habría sido su debut como director y llegó, al parecer, en pensar en Ellen Page para el papel protagonista, pero la muerte llegó pronto a truncarle los planes.
Gambito de dama, siete muestras de cine que retratan la soledad del genio en siete episodios que no les dejarán perder la concentración. Esa cabeza prodigiosa de Beth Harmon puede con todo… sobre el tablero. Y es a la vez tan desestabilizadora… ¿Y con ella misma, conseguirá el deporte mental que esa mente maravillosa no se rinda finalmente a sus heridas?
Con información de la Voz de Galicia.
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