Dos de las grandes amenazas con las que debe librar la humanidad en la actualidad son la desertificación y la sequía. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), cada año el mundo pierde 24.000 millones de toneladas de suelo fértil y la degradación de las tierras en zonas secas reduce el producto interno nacional de los países en desarrollo hasta en un 8% cada año.
Para generar conciencia y combatir la pérdida de biodiversidad y ecosistemas, desde 1995, todos los 17 de junio, se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, a través del cual también se busca promover el uso sostenible de la naturaleza, detener la degradación de los terrenos y frenar la pérdida de diversidad biológica.
La ONU señala que la desertificación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, es causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas como consecuencia de la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. «La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan, de igual forma, negativamente a la productividad del suelo», sostiene ese organismo.
Agrega que esta fecha brinda una oportunidad para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.
No obstante, el panorama no es nada esperanzador. Algunas cifras que maneja la Convención contra la Desertificación de Naciones Unidas (UNCCD) dan cuenta que, por ejemplo, que más del 70% de la superficie terrestre ha sido transformada, un porcentaje que podría alcanzar el 90% para 2050. A esto hay que agregarle que para 2030, la producción de alimentos requeriría otros 300 millones de hectáreas adicionales y que la degradación de la tierra afecta directamente al 74% de personas pobres en el mundo.
La ONU advierte, adicionalmente, que el 52% de la tierra utilizada para la agricultura se ve afectada por la degradación del suelo, situación que impacta directamente a 2.600 millones de personas que dependen de la agricultura para subsistir, así como que alrededor de 1.600 millones de personas (70 millones de indígenas) dependen de los bosques.
El organismo multilateral también es enfático al indicar que la tierra se está transformando y degradando a un ritmo insostenible, lo que daña la producción, los ecosistemas y la biodiversidad, y que este tema requiere de una mayor atención considerando la situación que plantea la pandemia por la covid-19. «Se requieren acciones basadas en la comprensión clara de los derechos, recompensas y responsabilidades en la gestión de la tierra para abordar las consecuencias de la pandemia. Hoy, el lema ‘Suelo sano=gente sana‘, promovido por la Convención para Combatir la Desertificación, es más cierto que nunca», reitera.
Por esa razón, para este año el lema es “Alimentos. Forrajes. Fibra.”. A partir de allí se aspira a educar a las personas sobre la manera de reducir su impacto individual en el medioambiente, mediante cambios en el comportamiento de los consumidores y las empresas, y la adopción de una planificación más eficiente del uso de la tierra y de prácticas más sostenibles, que conlleven a disponer de terrenos suficientes para satisfacer la demanda.
Y es que para poder contar con tierras productivas suficientes para satisfacer la demanda de 10.000 millones de personas en 2050, es necesario modificar el estilo de vida de las personas, según la ONU. «
«Los alimentos, los forrajes y las fibras también están contribuyendo al cambio climático: un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra. La producción de ropa y calzado ocasiona el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra que, según las previsiones, ascenderá 50% para 2030″, indicó la ONU.
El panorama en Colombia
Mientras en el mundo se conmemora el Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, en Colombia se celebra el Día Nacional del Suelo.
Sobre el particular, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) señala que en el 28,6% del territorio nacional se hace un uso inadecuado del suelo, es decir, se destinan los terrenos a ganadería o agricultura cuando la vocación y capacidad de la tierra indican que no son aptos para dicha actividad.
Esa entidad advierte, además, que de este total, casi 16% ya cuenta con suelos degradados o sobreutilizados por la actividad agropecuaria.
Cifras que corrobora el último censo del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) que señala que más de 34 millones de hectáreas del territorio nacional son destinadas a la actividad pecuaria, cuando según el Igac, solo 15 millones de hectáreas deberían contar con la presencia de ganado, pues solo esa cantidad cuenta con la capacidad y vocación para soportar el pisoteo constante del ganado sin derivar en la compactación de los suelos.
Entre tanto, 19,3% del país tiene suelos aptos para cultivar, pero solo se destina el 4,6% para tal fin, mientras que 13% alberga terrenos donde es desaprovechada la verdadera vocación y 15,6% tiene suelos degradados por la actividad agropecuaria, siendo los departamentos de Sucre, Atlántico y Magdalena los más afectados.
Para intentar contrarrestar esta problemática a finales de 2019 fue creada la Alianza Nacional por los Suelos, a través de la cual diferentes autoridades ambientales y de investigación buscan lograr una gestión sostenible de este recurso natural y luchar contra la desertificación y los riesgos y efectos de producen los pesticidas orgánicos persistentes y altamente tóxicos.
Además se propende por la rehabilitación y restauración de los suelos que presentan algún grado de degradación, así como contribuir en la implementación de las metas establecidas en la Política para la Gestión Sostenible del Suelo y en el Plan de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
De esta coalición hacen parte el Ministerio de Ambiente, el Igac, el Ideam, la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia) y la Sociedad Colombiana de Ciencia del Suelo.
Dicho arco incluye cuatro áreas protegidas: los Parques Nacionales Tinigua, Serranía de Chiribiquete y Sierra de la Macarena, y la Reserva Nacional Nukak, que perdieron 7.700 hectáreas de bosque primario en lo que va de 2020.
“Tinigua es el área protegida más impactada, con una deforestación de 5.100 hectáreas. Chiribiquete perdió 510 hectáreas en las zonas de la nueva expansión del parque. Este arco de deforestación también incluye dos resguardos indígenas, Nukak-Maku y Llanos del Yari-Yaguara II, donde fueron deforestadas 4.000 hectáreas de bosque primario este año”, cita en informe.
Hace algunas semanas, la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS) reveló que la deforestación en la Amazonia colombiana fue de 75.031 hectáreas entre enero y el 15 abril de este año, listado encabezado por los departamentos de Caquetá, Meta y Guaviare.
«Más de 280 kilómetros de vías que estaban bajo el bosque han empezado a ser despejadas a cielo abierto en los primeros 100 días del año y registran un proceso de apertura de lotes y fincas de diferentes tamaños”, dijo Rodrigo Botero, director de la FCDS.
El reporte de la fundación indica que más de 690.000 cabezas de ganado han aumentado el hato ganadero en los últimos cuatro años, en los municipios más afectados por deforestación alrededor de Chiribiquete, donde 290.000 hectáreas han sido tumbadas. “Existen grupos dedicados al lavado de activos, compra y acaparamiento de tierras y ampliación de negocios de la agroindustria”, mencionó Botero.