Nacida en Kansas el 24 de julio de 1897, la joven pilotó desapareció en el Pacífico el 2 de julio de 1937, cuando se encontraba en ruta hacia la Isla de Howland.

INFANCIA Y JUVENTUD

Amelia Earhart pasó sus primeros años en la localidad de Atchinson (Kansas). Su infancia estuvo marcada por problemas familiares. Por eso, pasó buena parte del tiempo con sus abuelos maternos. Su madre se esforzó en darle un hogar en el que vivir con todas las comodidades y cariño propios de una familia.

Desde bien pequeña, Amelia mostró su personalidad inquieta y desafío los convencionalismos de la época. Pronto dio señas de su carácter feminista, haciendo un álbum de recortes de prensa con las noticias de mujeres exitosas en campos que, tradicionalmente, se han considerado de hombres.

Sin embargo, esto no frenó su carácter aventurero y se negó a adoptar el papel que la sociedad le había asignado por el simple hecho de ser mujer.

PASIÓN POR LA AVIACIÓN

Cuando tenía diez años, la pequeña Amelia tuvo la ocasión de ver un avión por primera vez, pero no quedó impresionada. Como ella misma dijo, no le pareció nada más que “una cosa de alambre oxidado y madera que no tiene nada de interesante”.

Fue en una visita a un campo del Cuerpo Aéreo Real, mientras era enfermera voluntaria en un hospital de Toronto durante la Primera Guerra Mundial, cuando se despertó su interés por la aviación.

Este gusto por los aviones lo terminó de afianzar en una exhibición aérea en 1920 en California. Consiguió montar en uno de los aviones y a partir de ese momento supo que surcar los cielos era su destino.

Un año más tarde, una decidida Amelia Earhart se apuntó a las clases de Neta Snook, la primera mujer que tenía un negocio de aviación. Seis meses más tardes, compró con sus ahorros una avioneta de segunda mano de color amarillo a la que bautizó como “El canario”.

Con este aeroplano consiguió volar a 14 000 pies de altitud, lo que le valió para hacerse con su primer récord.

En 1923, Amelia consiguió la licencia de vuelo de la Federación Aeronáutica Internacional, lo que la convirtió en una de las 16 mujeres en el mundo que la poseía.

PIONERA

Una tarde de abril de 1928, Amelia Earhart recibió una llamada en el trabajo. “¿Te gustaría ser la primera mujer en sobrevolar el Atlántico?” fue lo que le dijo el hombre al otro lado del teléfono. La respuesta de Earhart fue un sí rotundo.

En una entrevista en Nueva York conoció a los coordinadores del proyecto y al publicista George Putnam, con el que se casó años más tarde.

Formó equipo con el piloto Wilmer “Bill” Stultz y con el copiloto y mecánico Louis E. “Slim” Gordon. El aeroplano con el que hicieron la travesía lo bautizaron como Friendship (Amistad).

Despegó el 17 de junio de 1928 desde el Puerto de Trepassey (Canadá) y llegó al Puerto de Burry (Gales) unas 21 horas después. La hazaña fue noticia en todo el mundo.

Cuando el equipo regresó a Estados Unidos, fueron recibidos con honores y tuvieron una recepción con el Presidente Calvin Coolidge en la Casa Blanca.

Desde ese momento, la fama de Amelia Earhart aumentó. Continuó trabajando para dar visibilidad a la mujer en la aviación y su vida giró en torno a los aeroplanos.

Junto al que ya era su marido, George Putnam, planeó una nueva aventura: convertirse en la primera mujer y en la segunda persona en volar en solitario el Atlántico, tras Charles Lindbergh.

El 20 de mayo de 1932, Amelia despegó desde Terranova (Canadá) hacia París. Sin embargo, las condiciones climatológicas y problemas mecánicos obligaron a la piloto a desviar su ruta. Aterrizó en una granja en Irlanda ante la mirada atónita de un pastor y su ganado.

Los medios de comunicación se volcaron con ella y con su pericia. Su valentía, considerada casi como heroica, le valió para hacerse con varios reconocimientos y premios.

SU ÚLTIMO VUELO

Continuó batiendo récords y aumentando su lista de hazañas. No obstante, aún le quedaba una travesía por hacer: volar alrededor del mundo.

Después de un intento fallido en marzo, en junio de 1937, Amelia Earhart emprendió el vuelo en busca de ser la primera mujer en cruzar el globo terráqueo por el Ecuador.

El 1 de junio partió de Miami con su copiloto, Fred Noonan. El 29 de ese mismo mes llegaron a Lae, en Nueva Guinea. La inexactitud de los mapas hizo que la navegación fuera más difícil de lo esperado y llegar hasta su siguiente parada, la Isla de Howland, suponía un reto añadido.

El 2 julio, Amelia Earhart continuó el vuelo. La situación atmosférica no era la ideal; las nubes y la lluvia dificultaron más el pilotaje.

Mantuvo la comunicación con la guardacosta estadounidense, ITASCA, para informar en todo momento de su posición. El último mensaje que se tiene de ella es el siguiente: “Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos. El combustible se está agotando. No somos capaces de alcanzaros por radio. Estamos volando a 1000 pies”.

Rápidamente se trabajó en su búsqueda. A pesar de que el gobierno de Estados Unidos gastó más de 4 millones de dólares en su rescate, no se encontró a Amelia.

Múltiples teorías surgieron sobre la desaparición de Amelia Earhart y de su copiloto: desde que habían sido capturados por Japón hasta que había aprovechado el viaje para buscar una vida en el anonimato.

Aunque no hay confirmación oficial, un reciente estudio de The International Group for Historic Aircraft Recovery (TIGHAR) afirma que Earhart y Fred Noonan aterrizaron en la Isla de Nikumaroro. Esta teoría apoya la idea de que allí habrían vivido como náufragos hasta que murieron.

Haz un comentario

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí