• El primer doctor de la iglesia cristiana.
  • Obras: La ciudad de Dios, Confesiones, Soliloquios, La fe y las obras…
  • Patronazgo: Teología
  • Hijos: Adeodato
  • Nombre: San Agustín – Aurelius Augustinus Hipponensis – Aurelio Agustín

Aparece frecuentemente en la iconografía con el corazón ardiendo de amor por Dios.

«Señor, que todo mi corazón se inflame con amor por ti;
Haz que nada en mí me pertenezca y que no piense en mí;
Que yo queme y sea totalmente consumido en Ti;
Que te amé con todo mi ser, como incendiado por ti».

San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pueblo que hoy se conoce por Souk-Ahras, Argelia. Hijo del pagano Patricio y de la cristiana Mónica. Fue educado en la fe de su madre.

Hasta los once años permaneció en Tagaste y asistió a la escuela del pueblo. Cursó estudios en Madaura, más tarde se trasladó a Cartago para concluir su preparación académica. A los veinte años regresó a Tagaste, como profesor de Gramática.

Fue un excelente maestro y también un comprometido proselitista maniqueo. Cuando su madre supo que se había alejado del cristianismo, le prohibió comer en su mesa y dormir en su casa.

Agustín regresó de nuevo a Cartago y decidió enseñar Retórica. Le acompañaron algunos de sus alumnos de Tagaste. Durante estos años se dedicó a la lectura y escribió poemas logrando ser laureado en los certámenes literarios que tienen lugar en la ciudad. Con veintiséis años publicó su primer libro «De pucrho et apto«.

En Roma consiguió abrir una escuela, al año siguiente marchó a Milán. Se presentó a concurso de oposición y ganó la cátedra Imperial de Retórica de esa ciudad. Llamado el «profesor africano» comenzó a visitar asiduamente la catedral atraída por la fama del Obispo Ambrosio, gran orador.

La medida del amor, es amar sin medida

Conversión al cristianismo

Por fin, la paz de un jardín y las palabras de la Biblia: «Andemos decorosamente como en pleno día, no en comilonas ni borracheras, no en fornicaciones ni desenfrenos, no en rivalidades ni envidias, sino revestíos del Señor Jesucristo» (Rom. 13,13) dieron a Agustín el empujón que necesitaba para convertirse en un «hombre nuevo». Él mismo ilustró esta profunda experiencia de conversión: «No quise leer más. Al terminar de leer esa frase sentí en mi corazón como una luz de serenidad que disipó todas las tinieblas de mi vacilación.

Decidió abandonar la enseñanza y se retiró con sus amigos a una hacienda en Casiciaco. Allí descansó, reflexionó, escribió y compartió su preparación para el bautismo, que recibió al llegar la Pascua del año 387 de manos de Ambrosio.

Después de la muerte de su madre, acaecida en el puerto de Ostia (Roma) en el año 388, se dirigió a su pueblo natal, Tagaste, repartió su herencia entre los necesitados y fundó un monasterio donde convivió con los amigos que le acompañaron.

Su plan de vida está cifrado en la oración y la convivencia. Sin embargo, su fama de hombre sabio se extiende y se convierte en el «consejero» de muchas personas, inclusive de otros países del mundo romano. Este mismo año, 388, muere Adeodato, su hijo, que vivía con él.

Sacerdote y Obispo

En el año 391 viajó a Hipona para visitar a un amigo. Estando en la Iglesia de la ciudad, los fieles le reconocen, lo aclaman y piden al Obispo Valerio que le haga sacerdote. Cinco años después fue ordenado Obispo, dirigió la diócesis de Hipona durante treinta y cuatro años. Su fama se extendió por todo el Imperio Romano.

La influencia de su acción pastoral a favor de los necesitados, el brillo de su predicación y la sabiduría de sus escritos marcan un camino que la Iglesia siguió durante más de dieciséis siglos. Sus escritos le convierten en uno de los más importantes filósofos de la Antigüedad, especialmente las Confesiones, el De Civitate De¡, la correspondencia y los sermones. Fue un autor prolífico que dejó una gran cantidad de obras de diferentes temáticas, elaboradas entre el 386 y el 419.

Muerte

San Agustín falleció en Hipona el 28 de agosto de 430.

Sabías que…

Augustinum Hipponensem. En 1986, con motivo del XVI Centenario de la Conversión de San Agustín, Juan Pablo II redactó la Carta Apostólica «Augustinum Hipponensem».

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