Con un presidente ausente Brasil sufre la peor fase de la crisis del Covid-19

Según un estudio de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto, de la Universidad de São Paulo el número de contagiados en Brasil ya habría superado a EE.UU como epicentro mundial de la enfermedad.

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Estados y ciudades toman sus propias medidas ante la falta de respiradores y la ausencia de un confinamiento generalizado en todo el país, que suma 8.000 muertos y más de 120.000 casos

En un ambiente bastante preocupante la calles de Río de Janeiro y otras capitales de Brasil, justo cuando el virus Covid-19 se está preparando para dar un golpe definitivo. Los infectados y los decesos en el país caribeño crecen cada día más, hasta el día martes se contaba con 600 fallecidos en un día, récord en sus cifras, y ante esto las calles están cada día más llenas.

Lo que se puede pensar como ausencia de gobierno, como quien dice de mano dura, ha generado en el país una “tranquilidad” ante el Covid-19.  Las medidas de aislamiento social, implantadas por gobernadores y alcaldes parecen ser tomadas por los ciudadanos como una recomendación y no como una medida de seguridad para la salud. Aunque se prevén multas, pero eso aún está en mesa, además, a medida que han ido pasando los días se han ido retocando los decretos hasta incluir cada vez más sectores como «actividad esencial».

Las Favelas los sitios más vulnerables.

Sitios donde se asegura que el Estado nunca ha estado  presente, la situación es aún más complicada, dado que sus habitantes prefieren arriesgarse a contagiarse que a pasar hambre por dejar de trabajar. Las ayudas anunciadas para los trabajadores informales no sólo tardan en llegar, sino que además generan problemas. La ayuda de 600 reales (98 euros) al mes durante tres meses está provocando enormes colas, convirtiendo a los bancos públicos que las entregan en focos de contagio. Para evitar las aglomeraciones el Gobierno anunció una aplicación (app) para solicitar la ayuda por Internet.

Las medidas no acertadas se han vuelto una constante, a pesar de que Brasil comenzó con buen pie ante el combate del coronavirus y reaccionando más rápido que algunos países de Europa. São Paulo y Río de Janeiro en el primer momento que se anunció la presencia del coronavirus, de manera inmediata se ordenó el cierre de las escuelas y comercios, además comenzaron a construir hospitales de campaña. Con el tiempo, ese impulso inicial se ha ido desvaneciendo. Después de unos días confinados, los ciudadanos comenzaron a relajarse, y los gobernadores, sin directrices claras por parte del Gobierno central, se dedican a improvisar.

El alcalde de São Paulo, Bruno Covas, usa sus ruedas de prensa diarias para suplicar que la gente se quede en casa. Ya sin saber de qué manera hacer entender a la población, esta semana se ejecutó cerrar las principales avenidas de la ciudad. Al día siguiente hubo que dar marcha atrás, al percibir que trabajadores clave, como los trabajadores de salud, se quedaban atrapados en los atascos.

En el estado de Maranhão fue la Justicia la que, alarmada ante la tardanza de las autoridades, decretó un cierre total, el llamado ‘lockdown’. Otros estados, como Pará y Ceará, imitaron la medida. Río de Janeiro y São Paulo podrían sumarse en los próximos días.

Con el movimiento creciente en las calles, el virus circula sin  distingos, razas o creencias (como dicen por ahí) y los hospitales poco a poco se ven abarrotados. La mayoría no cuentan con suficientes respiradores, lo que desencadenó una carrera desesperada.

Hace unas semanas, el Gobierno central informó que centralizaría las compras y los iría distribuyendo por las regiones en función de las necesidades. Los estados no se confiaron. El gobernador de São Paulo, João Doria, ordenó que los respiradores que salieran de sus fábricas se quedaran en São Paulo, y el de Maranhão, Flávio Dino, ideó una apresurada operación aérea para que los respiradores que compró en China llegaran a sus manos evitando que se los ‘hurtaran’ en EEUU o en Brasilia. En Amazonas, el caos en los hospitales es tal que el gobernador, Wilson Lima, se enfrenta a un proceso de ‘impeachment’ impulsado por el sindicato de médicos.

EL FACTOR BOLSONARO

El presidente, Jair Bolsonaro, evita hablar de la crisis sanitaria y está centrado en su particular crisis política, agravada tras la dimisión del exministro de Justicia Sérgio Moro. Al contrario que otros líderes mundiales, Bolsonaro no sólo no comparece puntualmente ante la prensa, sino que insiste en sus ataques a los periodistas. «¡Cállate la boca! ¡No te he preguntado nada!», exclamó a un reportero que le preguntó por su insistencia en hacer cambios en la cúpula de la Policía Federal en medio de una pandemia.

El presidente sigue defendiendo que hay que reactivar la economía cuanto antes, y aunque su popularidad está vulnerable, sus palabras siguen teniendo un fuerte impacto entre la población.

Su núcleo duro de seguidores se va radicalizando a medida que pasan las semanas. El sábado, un grupo de bolsonaristas atacó a unas enfermeras que hacían una protesta silenciosa portando cruces frente al Palacio del Planalto. Al día siguiente, los manifestantes de una concentración a favor (y en la que participó el presidente) agredieron a un fotógrafo y varios periodistas.

Otro punto crítico es que Brasil, como ocurrió en muchos otros países, se enfrenta a esta crisis a ciegas, sin saber cuál es el verdadero tamaño del problema. Las cifras oficiales apuntan que ya son más de 8.000 muertos y se superan los 120.000 casos confirmados, algo que puede sonar discreto en un país de más de 210 millones de habitantes. Sin embargo, el propio ministerio de Salud admite que las cifras reales son mucho mayores por la sub-notificación que provoca la falta de tests. Reseña Diario El Mundo

Según un estudio de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto, de la Universidad de São Paulo (USP), el número de contagiados en realidad oscilaría entre los 1,3 y dos millones de personas, y Brasil ya habría superado a EEUU como epicentro mundial de la enfermedad. En Manaos, donde desde hace días se excavan fosas comunes en los cementerios, la mayoría de los fallecidos en los últimos días murieron por un «síndrome respiratorio agudo». Informó Diario El Mundo

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