En el refranero popular escuchamos en disímiles ocasiones que “a veces perdiendo se gana” y ello fue justamente lo ocurrido en las pasadas elecciones en el condado de Miami- Dade, que si bien vio coronarse al candidato demócrata Joe Biden, acabó por entregarle en parte las llaves de la Florida al presidente Donald Trump.

Lo anterior parece una paradoja pero no lo es. El desempeño de Biden echó al traste el éxito logrado por Hillary Clinton hace cuatro años cuando arrasó en el condado con un sólido 63 por ciento y 290.197 votos más que Trump en 2016.

Ahora ese indicativo se redujo considerablemente al punto que la derrota fuese incluso celebrada. En entrevista ofrecida a la cadena televisiva ABC, el senador y exgobernador del estado, Rick Scott dijo:

“Trump ha hecho un trabajo increíble con el voto hispano. Miras esos números de Miami-Dade y ves cómo esto cambió por completo, esta carrera cambió por completo”.

El escenario se comportó de la siguiente manera: Biden ganó las zonas urbanas de St. Petersburg, que en 2016 apoyaron a Trump, y sumó más votos que su predecesora en la zona central gracias, en parte, a la creciente comunidad puertorriqueña.

Por su parte Trump cumplió con lo esperado y mantuvo su dominio en los condados rurales aunque también tuvo un consistente apoyo en las urbes.

La diferencia, y aquí coinciden muchos analistas, fue Miami-Dade. Biden ganó pero la brecha de la victoria se recortó del 30 por ciento al 7 respecto a los comicios anteriores.

Con el paso del tiempo, existía la certeza de que Miami-Dade se volvería cada vez más azul por el cambio generacional dentro del poderoso bastión cubano y la falta de compromiso por parte de esas nuevas generaciones pero la realidad comenzó a quebrarse.

Un artículo publicado por el diario The New York Times sostiene los cubano-estadounidenses de segunda y tercera generación nacidos en Estados Unidos se fueron apartando del Partido Republicano de sus padres y abuelos, pero subraya que existe otra tendencia que los demócratas identificaron apenas hace poco: los inmigrantes cubanos más recientes, que antes casi no mostraban interés en la política estadounidense y que han comenzado a identificarse como republicanos.

Previo a los comicios el senador estatal Manny Díaz planteó que “reducir el margen de diferencia en Miami-Dade sería una “enorme victoria” y fue precisamente lo que sucedió.

Otro posible indicador del cambio generacional o de ese por ciento que perdieron los demócratas de una elección a otra fue la derrota de las congresistas Donna Shalala y Debbie Mucarsel-Powell, que fueron aspirantes a retener sus asientos en la Cámara de Representantes.

No obstante, hay quien dice que la derrota de ambas legisladoras estuvo ligada a las acusaciones de «radicalismo, izquierda y socialismo», que de alguna manera tuvo efecto en los votantes.

Hay que tener en cuenta que más del 72% de los ciudadanos inscritos para votar es hispana, con la comunidad cubanoamericana como punta de lanza, además de un creciente y pujante número de venezolanos asentados en los últimos años que comienzan a votar acorde a sus preferencias y preocupaciones.

Muchos expertos coinciden en que la política exterior de la administración actual hacia Latinoamérica y el coqueteo de algunos elementos dentro del Partido Demócrata con la izquierda, como Bernie Sanders, fueron determinantes y a su vez, facilitaron una polarización entre bandos. El rechazo a los tópicos socialismo o comunismo se convirtió en una especie de grito de guerra entre los votantes y esto al final terminó cobrando factura política.

María Elvira Salazar ganadora del distrito 27 dijo luego de su victoria que «no se juega con la palabra socialismo». En esa trinchera se refugiaron miles de simpatizantes republicanos durante toda la campaña con maratónicas caravanas y manifestaciones.

Elecciones Presidenciales EE.UU

Los demócratas quisieron apagar el fuego pero ya era, al parecer, demasiado tarde.

“Algunas de las cosas que escuchas aquí en el sur de Florida son solo inventos; son tonterías”, dijo Barack Obama en un mitin celebrado al norte de Miami. “¡Según los republicanos, Joe es más comunista que los Castro! Ustedes no se crean esos cuentos absurdos (…) La verdad es que promoverá los derechos humanos en Cuba y en todo el mundo, en vez de hacer migas con dictadores como hace nuestro actual presidente”.

Sin embargo numerosas personas le señalaron al expresidente que no mencionó la restauración de relaciones con el régimen de la Habana ni sus concesiones políticas a la dictadura castrista cuando Biden era su compañero de fórmula. Aquellos gestos, aunque estaban dirigido a «socavar el régimen castrista y potenciar las probabilidades de un giro a la democracia» no fueron bien recibidos por la mayoría de los cubanoamericanos en Miami.

A pesar de la derrota de Trump en Miami-Dade, un nutrido grupo de cubanoamericanos e hispanos se reunió en el iconográfico restaurante Versailles para celebrar la victoria del Presidente en Florida. Personas entrevistadas por Diario Las Américas al amanecer del día 4 de noviembre dijeron que no entienden «cómo otros pueden seguir votando demócrata en Miami Dade cuando vienen de sufrir el comunismo», en clara alusión a los exiliados cubanos, venezolanos y nicaragüenses. A nivel local, no obstante, se mostraron contentos por el desempeño.

Joe Biden ganó en Miami-Dade, no hay dudas, cantó como en el juego de pelota, pero no lo hizo de manera contundente y ello le costó Florida.

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