Estaba prevista para el 17 de mayo, el Día das Letras Galegas, pero finalmente habrá que esperar al 27 de septiembre para votar sobre la Iniciativa para una inmigración moderada, que no es otra cosa que el equivalente a un referéndum sobre la limitación de la libre circulación en Suiza de ciudadanos de la UE y, por tanto, de cortapisas a la llegada de trabajadores extranjeros.
Una iniciativa que se realizará en los 26 cantones del país, y no solo en alguno de ellos, como es extremadamente frecuente el país ejemplar de la democracia directa. También las hay en toda la confederación helvética, claro, pero apenas de temas tan sensibles como limitar la movilidad y la contratación.
Y con una enorme implicación para países vecinos como Alemania, Francia o Italia, pero también para España (solo de Galicia hay algo más de 40.000 residentes) y Portugal, con algunas zonas con una penetración emigrante tan intensa como la Costa da Morte, aunque en esta comarca empezó antes: en 1959 llegaron los primeros.
Como explica el portal oficial Swissinfo, la UDC exige la rescisión del acuerdo sobre la libre circulación de personas con la UE, algo que el Gobierno confederal considera que es jugar con fuego.
No es la primera vez que se vota algo así, ni la segunda: será la quinta en 20 años (en la última, del 2014 y por supuesto de la UDC, ya se aprobaron determinadas restricciones). Pero ahora el sentir social es otro, sobre todo tras la crisis del coronavirus.
No es que haya hecho demasiada mella en un país tan rico (hay cantones que siguen con su 1% de paro, décimas arriba o abajo), pero el Gobierno ha tenido que poner muchos miles de millones de euros para mantener lo que allí se denomina paro parcial. Si esta nueva votación sale adelante, será necesario cambiar un artículo de la Constitución (más bien, agregar una nueva disposición en el 121) para añadir las limitaciones.
Entre otros muchos aspectos, se prevé que, en caso de aumento de paro, los nacionales tendrán prioridad en las contrataciones. Claro que una medida así tendría contrapartidas: por reciprocidad, los suizos que viven y trabajan en otros países de la UE también verían limitados sus derechos.
Graves perjuicios
A Suiza no llegan ahora, como pasó tras la crisis del 2007, decenas de gallegos cada vez, en la que fue una nueva diáspora que nunca ha cesado desde los años 60 (el período álgido fue en los 70 y 80, con más de 120.000 gallegos en el país en algunos momentos), pero es un flujo constante de idas y venidas, incomparable a otros países europeos, y desde luego nada ver con América: es cierto que en Argentina hay más gallegos de tercera o cuarta generación, pero no tiene sus intereses familiares económicos y económicos tan directos como los que viven en Suiza. No es casual que el primer destino del aeropuerto de Santiago, a gran distancia del resto, sea Suiza, ni que cada día taxis y camiones conecten unas y otras fronteras.