La catástrofe ecológica sucedida el viernes 29 de mayo en el entorno de la central termoeléctrica de Norilsk, en el área del círculo Polar Ártico, ha obligado a las autoridades a decretar el estado de emergencia federal. La presunta rotura de un depósito de la central habría provocado el derramamiento de más de 20.000 toneladas de combustible diésel. El vertido de habría extendido por una amplia zona, contaminando varios ríos próximos. Hay que recordar, que esta cuenca ya sufría una intensa contaminación por vertidos de industrias como la del níquel.
Las consecuencias del vertido se habrían detectado ya a lo largo de más de 20 km de ríos locales y se estaría desplazando hacia mar abierto. El grosor de la capa de petroquímicos alcanzaría los 20 centímetros. Desde Greenpeace ya comparan el suceso con el accidente del petrolero Exxon Valdez en Alaska hace 30 años. Greenpeace ha expresado su preocupación por que el control ambiental durante la pandemia se vea debilitado por los intereses de las grandes empresas, incluidos los responsables del accidente. Con todo, la Fiscalía rusa ha comenzado una investigación criminal sobre el accidente.
Medidas de contención insuficientes
Greenpeace ha denunciado las escasas medidas empleadas para contener la marea negra. Las barreras colocadas en el río donde se produjo el vertido, tal y como se ve en la imagen, tan sólo pueden recoger una pequeña fracción del combustible diesel derramado. El volumen principal del contaminante permanecerá en el agua, según han indicado los expertos.
Expertos de Greenpeace estiman que el daño ocasionado por el vertido puede ascender a 10 mil millones de rublos (130 millones de euros). La organización internacional ha alertado de la larga tradición de las compañías rusas de eludir la responsabilidad financiera por daños ambientales. Algunas de estas empresas están utilizando la crisis del Covid-19 para demandar el debilitamiento de la legislación ambiental rusa.
¿Qué causó el accidente de la central de Norilsk?
Según el análisis de Greenpeace Rusia, habría que fijarse en primer lugar en el suelo inestable debido al deshielo del permafrost. Este problema es típico de la zona del Ártico en el contexto del cambio climático global. Los procesos se han observado durante mucho tiempo, su intensidad está creciendo. Por lo tanto, se requiere que las compañías monitoreen los suelos y eviten la posible destrucción de la infraestructura.
En segundo lugar, los técnicos de Greenpeace señalan que el accidente podría haberse evitado si se hubieran observado todas las reglas de seguridad industrial durante la operación de tales instalaciones peligrosas: el papel del factor humano.
En tercer lugar recuerdan la falta de supervisión ambiental y tecnológica efectiva por parte del estado. Ahora mismo, denuncia Greenpeace, es difícil realizar una inspección no programada de las empresas; para esto es necesario obtener el permiso de la oficina del fiscal.
¿Cuánto tiempo se tardará en paliar las consecuencias de la catástrofe?
Greenpeace evalúa que podría llevar semanas o meses, aunque auguran que no se podrá recolectar más del 10% de los productos derivados del petróleo a corto plazo. Después de eliminar las consecuencias, la empresa debe preparar un proyecto para la restauración del entorno afectado.
Restaurar la cubierta del suelo puede llevar varios veranos, porque, recuerdan, en el Ártico solo se puede trabajar en el corto verano. Y es importante comprender que los productos derivados del petróleo que permanecen en la naturaleza envenenarán los ecosistemas acuáticos durante muchos años.
Los peces serán los primeros en sufrir las consecuencias. Ahora mismo la concentración máxima permisible (MPC) de combustible diésel en el agua cerca del lugar del accidente se supera decenas de miles de veces: no sobrevivirá ningún pez en esta zona. Además, las aves que aterrizan en el agua y los animales que la beben pueden verse afectadas. El diésel se asentará en el fondo y contaminará un área importante durante las inundaciones.